jueves, 21 de abril de 2016

Kierkegaard: angustia y desesperación en el existencialismo cristiano*




Hijo, amante y escritor

Sören Kierkegaard (1813 - 1855), fue un filósofo danés nacido en Copenhague. Su padre, Michael Pedersen Kierkegaard, a temprana edad comenzó a crear una pequeña fortuna en el mundo textil. La primera esposa de su padre murió en 1796 sin haberle dejado un sólo descendiente. Un año después, Pedersen contrajo matrimonio con Ana Sörensdater Lund, quien era su criada y además una pariente lejana. Ana le dio siete hijos, el último de ellos fue Sören Kierkegaard. Cuando nació, su padre tenía 56 y su madre 44 años, a esta situación atribuyó posteriormente su debilidad física, así como su carácter melancólico, que lo aquejó durante toda su vida, llevándolo incluso a intentar suicidarse en 1836.

Sören fue bautizado en la Iglesia Luterana al mes de nacido y a los quince años, tuvo su confirmación. Su educación religiosa en el hogar, la recibió de su padre, que tenía afinidad con los hermanos moravos, cuya doctrina ponía especial énfasis en el sufrimiento de Cristo crucificado, hecho que lo impactó de tal manera que se sintió presa de angustia frente al cristianismo y de una impresión de temor y temblor, años después, reprochó a su padre haberle adoctrinado en un cristianismo cruel. 

De joven, la relación con su padre, no fue la mejor, de hecho rompió toda comunicación con él, al punto en que solamente los unía el dinero que le proporcionaba su progenitor para vivir sin problema alguno. Su padre falleció el 8 de agosto de 1838, no sin antes haberse reconciliado con Sören, sin embargo, esta muerte dejó la idea muy marcada de una cierta maldición que se cernía en la familia, ya que unos años antes había muerto la madre y cinco de sus seis hermanos, consideró incluso que esto era debido a la relación incestuosa entre sus padres. La fortuna heredada, permitió a Sören vivir tranquilamente y dedicarse el resto de su vida a la escritura. 

En cuanto a su vida amorosa, en 1837 y teniendo él veinticuatro años de edad, conoció a Regina Olsen, el gran amor de su vida, pero en aquél entonces ella tan sólo tenía quince años. Desde ese momento, Sören comenzó el arduo trabajo de seductor, que lo llevó a prometerse en 1840. Fue entonces cuando tuvo la sensación de comprender el error que estaba cometiendo, consideró que realmente su relación nunca lo conduciría realmente al matrimonio, además creía que su fealdad física (era extremadamente delgado, sus piernas eran desiguales y además tenía una leve joroba), su vejez frente a la joven y su carácter melancólico, eran insalvables para concretizar la relación plenamente, por lo que decidió disolver el compromiso en 1841, a pesar de la oposición de Regina. Este suceso, es crucial para comprender, en parte, la propuesta filosófica de Kierkegaard. 

Por otro lado, su vida académica, se caracterizó por la excelencia, a los diecisiete años recibió el diploma de madurez como alumno destacado, en 1840 se licencia en Teología (deseo ferviente de su padre) y en 1841 obtiene el grado de maestría en Filosofía con su tesis Sobre el concepto de la Ironía. En ese mismo año, asiste a la cátedra de Schelling, es en esa época, que escribe en su Diario con respecto a su amada Regina, a quien atribuye haberle enseñado a ser poeta y escritor, porque liberó su vehemente sentimiento de actividad estética. 

La parte final de su vida, la dedicó a los escritos propiamente religiosos, siendo especialmente crítico con la cristiandad organizada y establecida por la Iglesia protestante, se lamenta que después de tantos siglos no haya auténticos cristianos. Sus últimos escritos le valieron una fuerte polémica pública, que al parecer terminó por llevarse sus escasas fuerzas, contrayendo en ese entonces una parálisis de piernas y cayendo al suelo en plena calle. Murió el 11 de noviembre de 1855, a los cuarenta y tres años. 




El filósofo y su obra 

Hablando propiamente sus obras, una característica fundamental es la creación de seudónimos (entre los que se cuentan al menos nueve), para sus diferentes escritos, aunque al parecer, en Copenhague era bien sabido el autor quién se ocultaba tras ellos. Este estilo de escritura lo denominó "comunicación indirecta", por medio del cual hace hablar personajes ficticios sus más recónditos sentimientos y reflexiones, sin identificarse plenamente con ellos, tal es el caso de las primeras obras de su etapa estética, en donde Kierkegaard dedica a Regina las cavilaciones de sus personajes, comunicando de esta forma a su amada, sus propias ideas. Hay un segundo período como escritor del que se extrae su etapa ética, una escritura propiamente filosófica, y por último la etapa de la cristiandad, que representa los escritos netamente cristianos.

El pensamiento filosófico de Kierkegaard, es difícil de enclaustrar en un sistema, debido a que propiamente es un feroz opositor a los mismos, quizá ello explica su mordaz estilo bajo seudónimos que podrían incluso contradecirse si se sintetizaran en uno. 




Breve exposición sobre el existencialismo cristiano

Habitualmente se ha considerado a Kierkegaard como el precursor del existencialismo, a continuación, expondré algunos puntos en los cuales, converge y adelanta algunos aspectos del existencialismo de Heidegger, Jaspers o Sartre, entre otros. 

Comencemos por establecer que Kierkegaard se basa en una oposición radical entre pensamiento y existencia, "la existencia es justamente separación, porque aleja el pensamiento del ser, el sujeto del objeto" (Urdanoz, 2006; 437). Recordemos que etimológicamente existir proviene del prefijo "ex-" cuyo significado es "hacia afuera" y "-sistere", que significa "estar de pie, tomar posición", por lo tanto, existir es "tomar posición afuera de-", es el ser en el estado de diseminación en el tiempo y en el espacio. "El pensamiento, no capta más que el ser pensado, es decir, lo posible y lo pasado. La abstracción no podrá apoderarse de la realidad más que transformándola en posibilidad, o sea, suprimiéndola, todo saber sobre la realidad, es traducción de la realidad a la posibilidad" ((Urdánoz, 2006; 438). En otras palabras, conocer la esencia de la existencia humana, es suponer capacidad cognoscitiva sobre el mundo óntico, algo imposible, por tanto, de aquí se podría deducir la conocida sentencia sartriana "el ser humano es el único ser que la existencia precede a la esencia" (Sartre, 2007), en tanto no se puede pensar la existencia, sino solamente se existe, se está arrojado en el mundo, y a partir de allí, el hombre es posibilidad de ser. Tanto para Kierkegaard como para Sartre, querer captar la realidad desde la lógica, es resolverla en mera posibilidad. 

La existencia concreta no puede ser capturada en conceptos, pues el concepto de existencia es una simple existencia pensada, una representación cognoscitiva del ente. Todo ello lleva a Kierkegaard a exigir retomar al sujeto como centro de reflexión, reconocer la independencia del individuo, de los hombres concretos. La historia, nos dice Kierkegaard, no es una determinación del espíritu absoluto, sino un proceso del imperio de las voluntades libres. 

El pensar del hombre, según Kierkegaard, es un pensamiento subjetivo, de hecho la verdad es la subjetividad, escribe, incesantemente en Post scriptum definitivo no científico de las migajas filosóficas, el pensar es una reflexión sobre su propia existencia. y cuando se toma conciencia de la misma, produce pasión, por lo tanto, la existencia se padece. Si se quiere, poder sujetar la verdad, es necesario, primero dejarse poseer por ella. Sin embargo, la cobardía a la independencia, la soledad y el aislamiento, la mayoría de los hombres quieren fundirse en la masa, incapaces de ser alguien por sí mismos, confían en ser alguien por su número. "Cada individuo que huye en busca del refugio a la multitud, huye así cobardemente de ser un individuo" (Kierkeggard, 2001). Según nuestro filósofo, "una masa en cuanto tal es siempre una falacia, porque convierte al individuo en un ser por completo impenitente e irresponsable o, al menos, porque debilita el sentido de responsabilidad del hombre individual y lo reduce a un fragmento" (Copleston, 2004). En todo género animal, la especie es cosa más alta que el individuo, tan sólo en el hombre, es lo contrario, tal es la causa del cristianismo, según Kierkegaard.  

En cuanto a los estadios de la existencia que propone Kierkegaard, son similares al propio desarrollo de la obra del autor, el primero es el estético, aquél de quien se entrega al hedonismo y al goce de los sentidos, pero pronto se dará cuenta que obedece a imperativos cambiantes de placer, yendo sin cesar hacia nuevos deseos, por tanto, es una vida de aparente unidad, siendo en verdad dispersión. el hombre estético se decepcionará de tal forma de vida, reconociendo entonces el tedio y aburrimiento, es el momento en que el hedonista cae en la desesperación. De esta época, podemos rescatar El Diario de un seductor

Víctima de la desesperación sin haberla nunca escogido, el esteta, se verá obligado a dar un salto cualitativo en el estadio que conforma si vida, accederá entonces al estadio ético. Entonces será el hombre ético verá en su conducta y fin último de su actividad la obediencia del deber, lo concreto poco importa en este nivel, no es tanto hacer tantas cosas como sean posibles, sino haber experimentado la intensidad del deber, de la obediencia al absoluto que deviene personal y propio de cada uno. No obstante, el hombre ético cae en el mundo óntico de lo general, se disuelve su subjetividad en favor de lo que todo el mundo hace o al menos puede hacer, haciendo así que se pierda nuevamente en la masa, haciéndose impersonal. El estadio ético termino, cuando el hombre, sumido nuevamente en la desesperación y angustia de no ser individuo, se arrepiente y da un salto voluntario y libre al estadio religioso, de aquí, se deriva su texto de 1843, La alternativa

Nuevamente, podemos entender este estadio retomando la propia vida del filósofo, en La repetición (1843), hace alusión a Regina, a quien creyó amar, cuando en realidad logró comprender que en ella amaba algo superior, el ideal, es decir, a Dios. La repetición, es decir, lo general (de lo que se viene huyendo), lo aconsejaba seguir la costumbre, desposándola, hubiera sido perderse en la decisión de la masa. Este estadio es caracterizado por una fuerte creencia religiosa, pues la fe es lo que conduce al individuo aislado más allá de los límites de la voluntad general. 

La angustia y desesperación, conceptos popularizados ampliamente de la obra de Kierkegaard, sin embargo, están estrechamente ligados a su pensamiento cristiano, y especialmente a su noción de pecado. El individuo, nos dice, no se realiza, sino en y con el pecado. 

En su noción de angustia, es importante señalar que no es similar al miedo, ya que el miedo nace de algo concreto, pero la angustia es de nada, "la nada engendra la angustia", una frase que bien podría adjudicarse a Heidegger, siendo en verdad de Kierkegaard. La angustia, por lo tanto, no es una un temor a algo exterior, sino que proviene del hombre mismo, es el hombre la fuente de la propia angustia, no obstante, es precisamente esta angustia la posibilidad de la libertad, por otro lado, lo demoníaco es la no-libertad, que se manifiesta como ensimismamiento, aburrimiento, tensión e histerismo, lo demoníaco consiste en oponerse a lo eterno. De aquí se deriva que la angustia junto con la fe son realmente los medios de salvación. 

Por último la desesperación, otro concepto kierkegaardiano, tiende a confundirse fácilmente con la angustia. En su obra La enfermedad mortal o de la desesperación y el pecado, nos habla nuevamente que ésta tiene un significado existencial, a primera vista se desespera de algo, pero esto no es todavía auténtica desesperación, el comienzo de la verdadera enfermedad es cuando se desespera de sí mismo, "mientras el hombre desesperaba de algo, lo que propiamente hacía no era otra cosa que desesperarse de sí mismo, y lo que ahora quiere es deshacerse de sí mismo" (Kierkegaard, 2008), tesis casi idéntica a la planteada por Sartre en La náusea (1938). Y es que desde la angustia se puede girar hacia la fe o hacia la desesperación.

La paradoja, presente por otra parte a lo largo de la obra de Kierkegaard, se resumen cabalmente en su concepto de desesperación, puesto que es precisamente querer desesperadamente ser sí mismo (individuo, subjetividad) y a la vez, no querer ser sí mismo. La desesperación es una rebeldía contra lo eterno en el hombre como un "querer desligar su yo del poder de lo fundamental". En última instancia, el pensamiento de Kierkegaard, ha influido enormemente en filósofos del siglo XX, de la talla de Heidegger en Alemania, Unamuno en España y Sartre en Francia. 
REFERENCIAS

Copleston, F. (2004) Historia de la filosofía VII. Barcelona. Editorial Ariel.
Kierkeggard, S. (2001) Mi punto de vista. Madrid. Ed. Aguilar. 
Kierkeggard, S. (2008) LA enfermdad mortal. Madrid. Trotta.
Sartre, J. P. (2007) El existencialismo es un humanismo. México. Ed. Edhasa.
Sartre, J. P.  (2003) La náusea. México. Losada
Urdánoz, T. (2006) Historia de la filosofía VI. Madrid. Ed. BAC

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*Artículo publicado originalmente en la Revista SuiGeneris, en el número 36, año 2016.


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